Ha sido un año cuanto menos raro para todos nosotros. Muchos familiares y amigos han partido sin apenas despedida y eso nos deja sus secuelas a nivel mental y emocional.
Lo primero que experimentamos todos fue sorpresa e incredulidad ante las noticias y el encierro. Algunos lo llevamos bien otros peor, pero sin duda ver salir a un familiar hacia el hospital porque está enfermo y luego recibirlo en una urna no es asunto fácil de digerir.
Eso nos enfrenta a un sinfin de emociones, entre ellas estrés, impotencia, rabia y angustia de saber que está enfermo en el hospital y que no lo puedes ver ni puedes ayudarle de ninguna manera más que con tus oraciones. Esto nos marca mucho incluso en el mejor de los casos, cuando hemos tenido la oportunidad de tenerlo de regreso a casa superada la enfermedad. En ese momento sentimos alivio, pero no por eso dejamos de sentir las secuelas de la experiencia vivida mientras no podíamos hacer nada.
Son temas de los que deberíamos poder hablar con alguien, expresar lo que sentimos y sanar esas heridas, porque están ahí y no debemos ignorarlo porque eso no permite que sanen como es debido y pueden pasarnos factura más adelante.
En el caso de la pérdida de ese ser querido se nos juntan aún más emociones y situaciones. No poder estar ahí para acompañarle en sus momentos finales, saber que estuvo solo y luego no poder despedirse como es debido, es algo que nunca olvidaremos. Sólo nos queda el consuelo del personal sanitario que sabemos estuvieron ahí y les dieron la mano y les aportaron ánimo para sobrellevar esos momentos. Quiero que sepas que no estuvieron solos, todos tenemos nuestro ángel de la guarda que nos acompaña siempre. Por eso quiero que pienses en ese momento y que visualices como estos seres de luz estuvieron allí, para ayudarles en esos momento a realizar su tránsito con tranquilidad. Este pensamiento te dará un poco de paz y le dará consuelo a tu corazón.
Sé que este tipo de despedida nos deja siempre un sentimiento de incredulidad, y una sensación interior de desasosiego. Por momentos nos parecerá que todo es mentira y esperaremos verlos entrar por la puerta como si todo hubiera sido una pesadilla. Y al momento nos inundará la tristeza de nuevo...
Por eso debemos poder despedirnos de nuestros seres queridos. Ya bastante dura es su partida aún estando a nuestro lado. Por eso te invito a que hagas un acto íntimo de despedida, escríbele una carta a ese familiar que has perdido y escribe en ella todo lo que sientes y todo lo que te hubiese gustado decirle. Deja que salga toda la emoción, el dolor y pena que sientes por su partida. Agradécele el tiempo que compartiste y todas las experiencias vividas. Y luego déjale partir, quema esa carta, o si te apetece guárdala un tiempo.
De todos modos, quiero que seas consciente de que esa persona amada vivirá siempre contigo. A través de todo lo compartido, los recuerdos, las vivencias. Aunque hayan marchado, siempre formarán parte de nuestros corazones porque su huella siempre estará con nosotros.
Cada vez que venga ese recuerdo triste de su partida, busca en tu memoria los buenos momentos compartidos, un momento de risas, de alegría compartida y así poco a poco iremos encontrando consuelo. Seguro que a esa persona le gustará que le recuerdes así y donde quiera que esté sonreirá.
En este momento estamos todos como recién salidos de una guerra, con unas heridas más visibles que otras. Por eso es importante apoyarnos entre todos en esta Navidad. Aunque las reuniones sean de 6 personas, no debemos dejar de reunirnos y compartir. Valorar lo que tenemos hoy más que nunca. Expresar el amor a aquellos que queremos, olvidarnos de viejas rencillas y dejar de preocuparnos por cosas pequeñas que al fin y al cabo no son lo esencial.
Porque la vida que tenemos, la tenemos hoy. Mañana ya se verá. Debemos agradecer todo lo bueno, dejar de pensar en lo que no. Darle su sitio en nuestro recuerdo y en nuestra navidad a aquellos que partieron sin despedida, porque sabemos que siempre estarán con nosotros en nuestros corazones y en nuestro recuerdo.
No dejemos que las duras emociones vividas durante este año nos quiten la esperanza de una vida mejor. Busquemos ese coraje dentro de nuestros corazones, digamos SI a la vida, SI al amor, SI a la alegría. Es lo que a nuestros amados ausentes les gustaría y el mejor homenaje que les podemos rendir.
Por todos los que seguimos aquí, unos más tristes que otros, tenemos el deber de ayudarnos a salir adelante y recuperar nuestras vidas, con tesón, entusiasmo y mucho amor.
Om Mani Padme Hum
Autora: Pilar Cañavera
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